O sea, el fingimiento o fingir, el acto de fingir; termina siendo lo mismo que un hipócrita o el acto hecho por una persona que aparenta ser algo que no es, simulando emociones, actitudes yacciones que no pertenecen a una realidad: es todo lo contrario a la verdad, a la lealtad, a lo auténtico, a lo real, a lo sincero y a lo veraz. ¿Grande palabra, no?
¿Para qué la usaremos? Bueno, describiremos dos formas de fingir. LA primera siendo ese fingir diario y perpetuo del paciente de fibromialgia o síndrome de fatiga crónica (entre otras de esas enfermedades ‘invisibles’ que supuestamente no se ven por fuera, a falta de una herida abierta sangrante constante que sea obvia al ojo que mira), que a falta de comprensión, credibilidad y sin salida; se ve obligado a fingir un “estar bien” que drena y cansa, y que puede provocar en las personas que rodean el que se cuestionen si realmente el ‘paciente ‘ está enfermo, o que se pregunte el porqué de tanto revuelo ante el despertar conciencia sobre ‘la enfermedad misteriosa’, si la persona “está bien”.
Aclaremos: nosotros los pacientes de fibromialgia y/o fatiga crónica (me limito a eso, porque a ese veterano grupo pertenezco), no tenemos muchas opciones. Vivimos una mentira constante. Intentamos explicar la condición, que luego de mucho estudio y búsqueda, después de tener un diagnóstico que te permite darle nombre a todos esos síntomas que no tenían explicación y te drenaban la vida, y ahora tienes una herramienta de comienzo… pero te toca ahora explicar a tu familia, ESO enorme que padeces, que pesa y que lamentablemente te limita tantas cosas, pero que tiene la particularidad de que no se ve (al ojo que no está atento). Entonces comienza un proceso difícil de dar significados, razones y motivos por los cuales puedes o no puedes llevar a cabo x ó y actividad. Pero te encuentras una pared de frente: preguntas, comentarios, miradas, dudas sobre la veracidad de lo que dices y entonces, eventualmente terminas colocándote ésta capa y disfraz de “estoy bien”, porque es que, es tanta la energía necesaria para no perder la paciencia y volver a repetir lo mismo, es tanto el tiempo perdido en tratar de explicar, es tanta la falta de respeto hacia tu persona cuando se pone en duda tu palabra y expresión; que en definitiva hay que tomar decisiones a nuestro favor por sobrevivir.
Llega un punto en que terminamos comprendiendo con dolor en el alma, que las energías hay que elegir como usarlas, para qué y para quién. Y terminamos cerrando círculos por nuestro propio bien y beneficio. Y aún, en esos apreciados y reales círculos, a veces sale el disfraz con todo y capa, y es necesario, vital; el fingimiento, porque alguien de tu círculo necesita oído y atención y si estuvieras muestra al ras, no podría darse un hermoso intercambio de dar y recibir, ante la preocupación del otro y propia…empatía.
Y así se forma y se experimenta lo ficticio que te hace experto en la hipocresía. Lamentable, pero cierto. El negar tu realidad, así sea de buena fe para salvar tu propia vida y guardar celosamente esa energía preciosa que posees; no es más que mentir para protegerte…pero sigue siendo mentira.
¿Existen áreas grises? Bueno, la segunda parte de este escrito/opinión; quizás aclararía la dificultad de encontrar esa área gris acomodaticia solo a ciertas personas, y como aceptarla, cuando eres el receptor de semejante golpe devastador; sí, cuando la hipocresía es hacia tí, el paciente que sufre.
Quedamos claros en que la ficción, el fingir; todo eso y más redunda en solo una cosa: la mentira. Ya discutí ese fingimiento que viene obligado para misma: una paciente invisible de fibromialgia y fatiga crónica. Entonces, ¿qué hay del fingimiento de parte de la persona que te acompaña en la travesía de ésta condición?
Ese fingimiento da duro, cuando de momento te golpean, te apalean al decirte que es tu elección sufrir, es tu elección sentir que estás en un pozo sin fondo y que eso, eso no es posible. ¡JA! ¡NO es posible! Sientes que como ser humano no eres funcional, porque por más buenas intenciones que tengas sobre vivir, hacer tu parte en la familia; simplemente no puedes igual que otros. Y como te encuentras fingiendo que está todo bien porque no te queda opción, viene esa persona de la que creías tener apoyo y comprensión, te golpea con indiferencia y con comunicarte que ha discutido con otros tu situación (tuya, no nuestra) y ha llegado a la conclusión de que es tu elección sentirte como te sientes.
¡Ojalá, pudiera uno elegir no tener ésto que invalida tus ganas y tus deseos de ser parte activa en una vida familiar! ¡Ojalá al abrir los ojos al amanecer sin haber podido dormir adecuadamente por tercera noche corrida, pudiera yo elegir estar descansada y dispuesta a ser! ¡Oh, si fuera tan fácil ser una elección! Yo elijo continuar, aún con el cuerpo entumecido, con problemas serios de concentración y desorientación; yo elijo dar mi mejor esfuerzo… y resulta que la aceptación que creías real, no lo es: es hipocresía y falsedad, porque te ha dicho una verdad que ha destruído el piso fuerte que creías tener para caminar conociendo que te sostendrían por comprensión, aceptación y entendimiento que te empujaba a seguir eligiendo hacer y ser.
Sí, el fingimiento tiene dos caras: la tuya como paciente que intenta contra todo y todos seguir adelante a pesar de las lágrimas que te permiten expresser y las que guardas para no cansar, y la depresión que cargas continua. Y la otra cara es la del fingimiento e hipocresía de aquel que suponía ser tu vara de soporte.
Es estar desnuda sin miedo, desnuda y expuesta creyendo que te aceptaban con tu realidad; y realizar que estabas expuesta ante una caballerosidad de mentira y una vara que resulta que no era soporte, sino más bien medidor que juzgaba las faltas y medía la incapacidad como si fuera una mentira lo que expuse desde el principio. Desnuda porque sentía que podía exponerme tal cual soy, y descubrir que tu detalle y el trato recibido de vuelta era una mentira de cubrir, por el qué dirán, y no por aceptar la realidad de mi door que es un constante sin fin.
Entonces, si elijo mostrar todo; quitarme de forma definitiva el disfraz y capa de que “todo está bien” y de hacer lo que sé que me cuesta cuerpo y mente. ¿Saldrías corriendo ante el daño hecho? Y ahí te preguntas, a donde irán a parar las conversaciones exactas de expresar con detalle cada duda, cada herida expuesta pensando que recibían con sinceridad lo expresado… la exposición y la vulnerabilidad real quedó hecha añicos, porque el fingimiento de ser y comprender mi condición sacó la verdad a la luz: tiemblas ante tu incapacidad de trabajar en realidad con lo que es una condición compleja y difícil, sí, tiemblas de ignorancia igual que aquellos que comentan por lo bajo y juzgan abiertamente.
Y de momento pasó por mi mente la idea de abrirte la puerta y decirte: “Eres libre de fingir, no tienes que hacerlo, me has herido de la peor forma y es mejor cortar por lo que queda sano, que continuar una farsa que has expresado que no comprendes y que te da trabajo, y que no aceptas como real.” Y recuerdo, que la puerta siempre ha estado abierta, que en ocasiones algo dentro de mí, me avisó, y ya te había dicho que si no tenías capacidad de trabajar con una mujer rota; ahí estaba la puerta.
Eres libre, te dejo libre; y yo soy libre de ser yo con mi condición como es, sin más fingimiento de mi parte en mi propio hogar, porque mis energías no las puedo gastar en seguir tratando de expresar y explicar, algo que tu limitada mente y humanidad falta de empatía, no te permite comprender ni aceptar. Y así puedes continuar con tu vara midiéndote tu mismo, para compararte a los demás.